EL ZEN ES UN NAVÍO TRANSATLÁNTICO

El pensador - Hiromu Kira

Cuatro siglos antes de Cristo, bajo un sol de justicia ateniense, Diógenes va por la calle con un farol en la mano: ¡Busco un hombre!, brama el cínico. En la sentina de un barco del siglo XIII, Dôgen sufre la cuarentena que los chinos dedican a los japoneses, a quienes consideran los salvajes del sur. ¿A qué vienes?, le preguntan. El hombre del Zen susurra: Busco un hombre.

El hombre, lo humano. ¡Nada menos obvio! Encontrarlo requiere ensayos, errores, gran tozudez, una determinación inapelable. Exige un revire de lo que pensamos y del modo de vivir acostumbrado. Giro designa rumbos del pensar expuestos en la sabiduría antigua, desde China y Japón a Grecia y Roma. Pero ese saber se anula (o importa poco) si el giro propuesto no remite a lo práctico, a algo que uno hace y le ocurre a uno, algo que ocurre en uno. El Zen se ofrece como herramienta para que “giro” deje de ser simplemente un tema. Charla amena tal vez, muy propia de nuestro zeitgeist, pero raciocinio estéril si se limita a lo abstracto (¡como ocurre tantas veces con el kehre heideggeriano!, por dar solo un ejemplo). El instrumento Zen transforma el giro en método de conquista (concreta, gradual, desde lo inmediato) de lo humano que tenemos a mano. Nos ayuda a apropiarnos de veras de lo propio.

El blog El Giro desea ensanchar un camino teórico-práctico nacido en etapas anteriores: desde la práctica independiente del zazen en Japón (1996-2009) a la serie de 4 volúmenes sobre Zen (Ed. Bajo la Luna, Buenos Aires, 2010-2014); desde allí al zenBA, espacio de experimentación en cultura contemporánea (Buenos Aires, 2014-2017). Proseguirlo desde Barcelona enfatiza hasta qué punto, jugando con palabras del escritor Witold Gombrowicz, el Zen es un navío trasatlántico. Salvo que, prefiriendo a Giorgio Agamben, concibamos al Zen como un dispositivo extra-territorial. 


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