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Mostrando las entradas de agosto, 2017

DESEAR EL ZEN 5

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Kate Steinitz  Somos el-cuerpo-que-vivimos: de ese modo nos volvemos humanos . La-mente-de-ese-cuerpo-que-somos nos hace sensibles, sintientes . El Zen abomina de la idea platónica de un alma disectada del cuerpo (o la inversa). Para el Zen, cuerpo es lo que de mí vive . Y mente, la instancia que funciona como consignataria de una vida que discurre en el cuerpo , ese cuerpo mío que, para situarme, toscamente suelo llamar yo . Alberto Silva

EL ZEN ES PARA GENTE QUE NO TIENE INTENCIÓN DE ABSTENERSE

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Robert Doisneau - Marguerite Duras en Saint-Germain des Prés, Paris, 1955. En todo lo que vivo o leo, me paso buscando indicios, huellas, del tipo de Zen que merecería todo ser humano en su sano juicio. Con el pensador español Fernando Savater a menudo no coincido en lo político. Pero desde los años 80 me interesa su forma independiente de pensar, pisando los juanetes de la corrección política a izquierda y a derecha. Entre varios tesoros, la lectura de Savater me acercó hace décadas a griegos y latinos: me hizo capaz de releer textos antiguos como urgentes novedades. Por no mencionar su ímpetu por disfrutar con aquello que molesta a según quienes. Porque, ¿a qué progre de los años 80 o 90 podrían parecerles presentables aquellas reflexiones suyas sobre el placer de presenciar carreras de caballos en Ascot? Desde el llano, Savater no miraba a la pista sino al palco; y, claro, redescubría tics y modos disimulados, en este caso de los hiper-pudientes. Este gesto de estirar la mano

DESEAR EL ZEN 4

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Jason Peterson La experiencia del Zen se produce en dos ámbitos íntimamente unidos, por más que Occidente se empeñe en contraponerlos (¡la barre de Lacan parece más viva que nunca!): el cuerpo (sede de una práctica iluminativa llamada zazen , meditación sentada) y la mente (centro acreditador del discurso de una conciencia en expansión). Resumiendo, el Zen propicia un proceso de reunión entre el cuerpo y su mente, en la singularidad de cada individuo. Samuel T. Coleridge habla de coaligación : se refiere, es cierto, a la creación poética; pero el término se aplica con propiedad al Zen. La antropología del Zen se apoya enteramente en la mejor medicina energética china, la cual se origina (desde el Tratado de preguntas sencillas , del siglo XI) en una concepción no dualista de la persona. Para ella (y para el Zen, que le sigue los pasos de cerca), somos puro impulso de confluencia, conjunción, encuentro, unión. Zen hace posible un religare material en serio, un yoga literal sin

DESEAR EL ZEN 3

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Fan Ho Cuando decimos Zen , estamos mentando una experiencia ( keiken ): un suceso que le ocurre a alguien en particular, algo que pasa en (y con , y por , y a través de ) nosotros. Con el término experiencia enfatizamos un evento que, tras velos de aparente repetición, abre a la novedad a un punto tal que modifica nuestra perspectiva de las cosas. Una práctica seria del Zen conduce a un acontecimiento auroral , si usamos (con precaución) este hermoso adjetivo de Martin Heidegger. Alberto Silva

DESEAR EL ZEN 2

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El Zen no es auténtico si se ausenta de la crítica de su circunstancia social y cultural. La denuncia que el Zen dedica al mundo en que residimos debería provenir de una mirada templada en la práctica de la meditación. Si se lleva con ese talante, la crítica puede llegar al hueso. Por desgracia, un desvelamiento tan profundo no es común en el Zen realmente existente hoy día. Tal vez porque exige disponibilidad, escucha, preparación, ¡y aguante! Porque vivir es duro. Y vivir del modo (real y a la vez potencial) que demanda el Zen necesita cojones duros , como dijo sin remilgos el italiano Cesare Pavese. Alberto Silva

DESEAR EL ZEN 1

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Satoshi Okazaki Un Zen capaz de interesar a nuestra época tendría que explicitar el malestar de la cultura en la que chapoteamos, sin por eso descuidar la transformación de cada individuo en particular. A nuestro tiempo le hace falta un doble desafío simultáneo de este tipo. Es una verdadera conversión la que el Zen debiera encarar, si pretende salir de la somnolencia en la que sobrevive instalado desde hace 60 años en extinguidas glorias. Esa urgencia la vivió Hajime Tanabe en los años de primera posguerra japonesa: si uno se equivoca gravemente (como a él mismo le ocurrió, según su honesta mirada de las cosas), le corresponde una profunda revisión (la emprendió en su libro Metanoia (lit.: conversión), escrito en una atmósfera muy amigable para el Zen). El Zen dibuja un proyecto válido de reconversión individual. Uno que no exige tomar distancias del mundo circundante. Alberto Silva