FIGURAS DEL GIRO. (5) ENSO Y EL ENREDO DE EXISTIR


EL ENSO COMPENDIA DE MODO SIMPLE EL ENTREVERO PROPIO DE LA EXISTENCIA

Antes de llegar a lo que apunta el título, algunas cosas previas.

Con alguna precipitación, tratados y diccionarios zambullen al enso sin más en coordenadas religiosas, de carácter budista. Lo consideran “símbolo de lo absoluto”, “figura de la verdadera realidad”, “huella de la iluminación”. Y es verdad que el protocolo de confección de un enso facilita expresar un vacío condensado en una forma momentánea (igual que lo intenta un poema haiku). Es cierto igualmente que el enso se volvió característico de la plástica surgida de (o influida por) la práctica del Zen (zazen: “meditación sentada”). Sin embargo, siguiendo la perezosa tendencia de subsumir la práctica del Zen al armazón budista, la técnica del enso acaba siendo vista como símbolo de una “iluminación”, cuando alcanzaría decir que en un enso la mente se libera para dejar que la persona, cuerpo-mente, se expanda y deje esa huella visual.

Lo anterior es acertado. Pero bastante incompleto: fácilmente se presta a confusión. En el post anterior vimos cómo Facundo Gerez revisa, desde circunstancias contemporáneas, el tema del círculo que cierra o no cierra, que quiere o no quiere cerrar. Entre muchas cosas interesantes de su texto, ahora retengo estas:
- Es el resultado de mirar en detalle. En el orden propio de lo humano, lo que remueve o conmueve la sensibilidad (por ejemplo: lo que se mira desprejuiciadamente) busca sin falta resignificarse en lenguaje (el suyo es verbal). O sea: sitúa el lenguaje no como explicación sino como traslación de un evento a su culminación.
- No aplica su pensamiento a un tema. Hace lo contrario: parte de los hechos y elucida y explicita una observación de lo cotidiano, dejándola descansar en el seno de lo palabrero. O sea: vive la experiencia de esperar que se abra una pantalla y, así, renueva el sentido de algo que se suele hacer mecánicamente.
- Lo que consigue no necesita teología o filosofía. Es pensamiento educido de un acto propio de la vida informatizada de nuestros días. O sea: no alude a una realidad que estaría más allá o más abajo, que ocurriría en el pasado o en algún trasfondo abscóndito; se limita a volver explícita cualquier actualidad que le toca vivir, cuya hebra teje con sus palabras.
- Plantea el tema de la espera. Es central, mejor dedicarle un post aparte, como parte del cuestionamiento del Zen a todo aquello que "la cultura" bobamente considera "tiempo perdido": lo repetitivo, lo inútil, el desperdicio, lo sobrante.

Volvamos al título anunciado. La consideración unilateral del enso como “ejercicio espiritual” presta el flanco a la crítica que el Zen dirige a los modos dualistas de construir lo humano a base de distinguir-separar lo espiritual de lo material, un interior propio de un exterior ajeno, un alma de “su” cuerpo. “Zen” significa un gesto inequívoco en dirección contraria: “lo humano” se verifica en el encuentro y conjunción de todas esas coordenadas, en la continua experiencia de un “entrevero” donde, sin confundirse, los hilos de lo humano no consiguen (ni necesitan) separarse, en algún punto como las tropillas entabladas de la foto, características de las llanuras rioplatenses. El patriarca Dôgen, iniciador y codificador del mokusho zen (“Zen callado”, el de la meditación), forjó un término para designar la ágil y resistente urdimbre de lo vivo: kattô (“entrelazamiento de lianas”).

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