DESEAR EL ZEN 12



Nirvana es samsara, samsara es nirvana, repite lúcidamente el Zen al releer los Upanishads del hinduismo. No hay éxtasis, señores, pareciera exclamar. Salvo en la muerte física, resulta imposible lograr la completa extinción o nirvana, por más que nuestra imaginación se encabrite y una práctica desviada forje (tozuda, incansable) la ilusión de paraísos en la tierra (son eso los velos de ilusión; es eso maya).

Por suerte (para esos falsos practicantes en los que siempre podemos convertirnos), sus fantasías se acaban dando de narices contra la realidad. Y la escueta realidad es que vivimos inmersos en el orden o régimen del deseo: trishna, ansia, lo definía el hinduismo; un manque qui cherche à se combler, prefirió con acierto Jacques Lacan. El ansia de vivir es fuerza, impulso (es lo que tengo). Pero es a la vez sed (de lo que falta), montañas de sal o arena fina, blancas colinas en las que quisiera revolcarme y por fin remansar.



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