DESEAR EL ZEN 28




El Zen no es una máquina expendedora de respuestas. Se limita a suscitar cuestiones perentorias, puede que urticantes, ojalá valientes. El dispositivo que llamamos Zen solo adquiere visibilidad en el seno de la persona (solo se produce, se realiza o se vuelve viable) cuando un individuo reconoce la necesidad incoercible de enmarañarse con ellas. 

Zen es cero fuera de una urgencia ardorosa frente a lo que, bien mirado, de todas formas resulta ineluctable: el ejercicio y la resolución de la existencia. Fuera de cualquier doctrina, ceremonia, tradición, investidura, escuela o linaje, la única cuestión que vale la pena en materia de Zen tal vez sea la siguiente: aceptar las preguntas que se nos vienen encima como aludes de primavera en la montaña, abordar los asuntos espinosos, esas agujas que nos atraviesan sin remedio, reconocer que el tema de la existencia es de tal gravedad que necesitamos solventarlo sin demora.

Alberto SIlva

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