DESEAR EL ZEN 34
Si Zen es aquello que de nosotros vive, lo que en nosotros no es (todavía) Zen a veces se presenta ante los ojos como aparatosa deformidad, en un ambiente de viscosa humedad y luz artificiosa que recuerda ciertas novelas de Haruki Murakami.
Siendo sinceros reconoceremos que buena parte de lo que percibimos como propio (mirando desde fuera o desde dentro) lo vemos esquelético, excesivo, monstruoso en sus nada elegantes asimetrías.
Somos indudable presencia, es cierto. Pero a la vez grotesca imperfección, sin que nadie consiga señalar una frontera entre ambas modalidades.
Lo propio de lo humano vivido es, justamente, desdibujar esas lindes, volverlas porosas. Es la condición para que la vida se manifieste de la forma que prefiere: oscilando, pendulando, de un lado a otro.
Alberto Silva