DESEAR EL ZEN 36
Un Zen digno de su nombre funciona como (dolorosa) mordedura auto-crítica.
El talante (el talento) del Zen consiste en estimular una revisión capaz de llegar hasta el hueso. Pero no hay drama en todo esto: el Zen auspicia una contemplación serena, sin hundirse en la aspereza de vivir. La visión se vuelve ajena a cierta amargura con que otros consideran la soledad, las frustraciones, las carencias. ¿Qué es, entonces, contemplar sino mirar hacia la raíz de la propia humanidad? (o acaso: ¿desde la raíz de la propia humildad?).
Ojos de animal despierto en plena noche. Ojos de calmada soledad, ojos sin opinión, ojos hambrientos, ojos capaces de atravesar el miedo.
Alberto Silva
