DESEAR EL ZEN 41
El Zen, por lo menos el que aquí se propone (uno que se arropa en los planteamientos del patriarca Eihei Dôgen, ¡no minusvalorar tamaño detalle!), no socializa bien con las nuevas versiones (visiones) dualistas europeas del cuerpo, que hoy día publicistas progres empaquetan con papel satinado posmo.
El Zen que puede interpelarnos desea zafar de la consideración abstracta de lo humano que prima desde hace dos milenios en la tradición filosófica que conocemos. Se pregunta si al Zen acaso no le corresponde envasar al vacío (como quien estaciona mermelada) el antiguo fantasma platónico que sigue acosando tantas mentes occidentales. Se pregunta si no le toca capturar de un zarpazo en su lámpara los espíritus desviados que susurran falsedades. Si no debería hacer como cierto estudiante de medicina que conocí: tomaba prestados del laboratorio fetos en formol para estudiarlos en su mesa de noche, cuando acecha la lucidez de la madrugada, en los espacios juveniles entre el alcohol festivo y un sobrio retorno al aula.
Alberto Silva