DESEAR EL ZEN 43
El Zen se torna modélico para la persona cuando consigue encarnar su naturaleza; o, si se quiere, cuando lo natural empieza a apoderarse de ella. Algo así le ocurre a quien persiste en el zazen, práctica de la meditación sentada.
El dispositivo-Zen (vale decir: gyoji, la práctica sostenida) dibuja ante los ojos de la persona una imagen interna (gen: mirada o visión más allá de la representación) de lo que podría llegar a ser. Entonces la práctica lo vuelve semilla de vida: le enseña a crecer como ser vivo y a sentir savia que lo irriga por dentro. Dôgen llama a eso myomyaku: vena vital. El zazen es una herramienta que conecta a la persona con la fuente o raíz o semilla dinámica de su vitalidad.
Si solo prestamos atención a la figuración convencional, la vida de muchas personas adopta en ocasiones apariencias grotescas, espeluznantes. En cambio, al absorber nutriente, lo que parecía monstruoso revela ser forma de un vacío donde cualquier modalidad de lo humano se vuelve factible. No en términos físicos (no somos plantas, peces, pájaros), pero sí en términos de conciencia.