DESEAR EL ZEN 44



Para el Zen, la existencia se escribe con trazos que de tan contundentes y reales a veces consideramos (por error) groseros. Acierta el Zen cuando vislumbra que toda vida, cada vida, se concreta en hilos gruesos que se entrecruzan, se adosan, se enfrentan y se entrelazan (katto). Con movimientos no siempre previsibles acaban tramando lo que vemos (vale decir: lo que vivimos) como trasunto: algo tejido. Algo que nunca deja de ser singular pero puede acabar, dentro de lo que cabe, bien confeccionado. 

Los humanos construimos una unidad sin duda extraña y misteriosa, pocas veces bien explicada. Sin embargo, al palpar nuestro cuerpo la unidad aparece a simple vista, se manifiesta de inmediato. Es un modo de decir que la vitalidad unificada no depende de un razonamiento previo: se impone a la percepción (el asunto es estar en condiciones de percibir realmente). La e-videncia de unidad la vivimos sin necesitar cogitación alguna: nos limitamos a sentir nuestro organismo, confirmación instantánea y permanente de cómo funciona en realidad la realidad. Toda ella se la pasa confluyendo y bifurcando, bajando y subiendo, saliendo y entrando, siendo y dejando de ser para luego volver a ser. 

Lo que existe es transitorio, oscilante, dinámico: lo que somos, lo que nos pasa por delante, lo que hacemos y pensamos. En resumen: todo lo vivo; y cada uno de nosotros de por medio, chapoteando en un mar que nunca acepta del todo revelar sus secretos ni explicar sus razones. 

El Zen enseña a percibir la unidad antes de que nos dediquemos a pensarla. Atiende a la inter-dependencia de todo lo creado: las hilachas dispersas de lo vivido, sentido y sabido desean, por encima de todo, concordar. De cavernas y pliegues ignorados en el fondo de cada uno de pronto asoman formas y colores deseosos de manifestación y sinfonía, de organización formal, de acierto estético, de equilibrio. 

Por todo eso, la interdependencia no constituye un sombrero de pensamientos sobrecargando la cabeza de quien se decide a compre-hender la realidad: la interdependencia es antes que nada un asunto de piel, de cabellos, de latido, de mirada. Arraiga en la superficie de las sensaciones y percepciones; y es de ese modo que mejor puede verificar la veracidad de materiales que el pensamiento poco a poco ha de ir procesando. 

Shiki (formas-colores): así designa Dôgen el dinamismo sensible y dinámico de los cuerpos. 

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