DESEAR EL ZEN 46
La
humanidad está herida. Antes que nada, como efecto de sus continuas transgresiones, de las
que en mayor o menor medida cada uno de nosotros es responsable. La violencia contenida
(y a la vez desatada) en guerras mundiales mal disimuladas, perpetuadas con cálculo
sistemático y, para ello, mantenidas en régimen de baja intensidad. El egoísmo avaricioso como parámetro espontáneo de
la conducta colectiva. El furor consumista que uniformiza mentes y cuerpos, fomentando
una vergonzosa estupidez. La aceleración de manadas de cerdos lujuriosos, que
corren lanzados hacia el abismo estéril de la pornografía on line. El copamiento de lo público por pequeños e insidiosos
proyectos privados, revestidos de reforma política o de iniciativa cultural.
Son llagas infectadas, veneno que supura, ante la
pasividad de casi todos, y con la complicidad de los que allí saben encontrar pingüe
negocio.