DESEAR EL ZEN 54
Algunos piensan que con el Zen no alcanza, que el Zen finalmente no es capaz
de curar.
Si no cura (cuando no cura…y más de una vez no cura), señal es que el practicante no se atrevió a ofrecerse como ofrenda en aras de esa cura; o que se atrincheró en lugares menos expuestos, aceptando que el Zen funcione para él como adorno o apósito.
Esto le ocurre a muchos practicantes de zazen, con la complicidad (activa y/o pasiva) de quienes promueven prácticas timoratas y debiluchas: su propia ganga (peso muerto de doctrinas, ceremonias, enigmas, ritualismo, autoridades) los distrae de un sentido de auto-curación inmediata, sin el cual el Zen no llega a ser lo que pudiera, o lo que debiera.
Zen es como el grafitero Banksy, alguien que arroja un ramo de flores como si fueran una granada y grita ¡ya! El gesto de arrojo del artista callejero británico ilustra la dinámica de un zazen que nos zambulle y nos lanza a nadar en el torrente de la vida.
En el zazen, nacemos una y otra vez, igual que ocurre con el calendario: en el 2018 que se abre, ¿seremos capaces de juntar un generoso ramo de flores y lanzarlo contra esos muros que afean tenaces la existencia?
Si no cura (cuando no cura…y más de una vez no cura), señal es que el practicante no se atrevió a ofrecerse como ofrenda en aras de esa cura; o que se atrincheró en lugares menos expuestos, aceptando que el Zen funcione para él como adorno o apósito.
Esto le ocurre a muchos practicantes de zazen, con la complicidad (activa y/o pasiva) de quienes promueven prácticas timoratas y debiluchas: su propia ganga (peso muerto de doctrinas, ceremonias, enigmas, ritualismo, autoridades) los distrae de un sentido de auto-curación inmediata, sin el cual el Zen no llega a ser lo que pudiera, o lo que debiera.
Zen es como el grafitero Banksy, alguien que arroja un ramo de flores como si fueran una granada y grita ¡ya! El gesto de arrojo del artista callejero británico ilustra la dinámica de un zazen que nos zambulle y nos lanza a nadar en el torrente de la vida.
En el zazen, nacemos una y otra vez, igual que ocurre con el calendario: en el 2018 que se abre, ¿seremos capaces de juntar un generoso ramo de flores y lanzarlo contra esos muros que afean tenaces la existencia?