DESEAR EL ZEN 70
Hay otros discursos posibles del Zen, además del que planteo aquí.
Están incrustados en prácticas creativas ajenas a cualquier institucionalización y sin intención explícita de Zen: partituras de John Cage, instalaciones paisajísticas de Richard Long (como la de esta ilustración), pinturas de Mark Rothko, haikus de Matsuo Bashô o Wallace Stevens, movimientos de la danza Butoh, apuntes de Roland Barthes, cuentos de Jerome Salinger.
Es significativo que solo se me ocurran ejemplos creativos: el Zen es un formidable catalizador de creación. El practicante interesado lo va instilando. Provoca a bastantes personas para que se vuelvan artistas de profesión.
Pero, sobre todo y antes que nada, produce vidas de artista, en un sentido nietzscheano. Incluso entre quienes no cultivan un oficio artístico. Porque el Zen no necesita de un arte que, pese a todo, a menudo lo explicita.
En todo caso el arte precisa una herramienta que lo ayude a tensar la cuerda de su arco, a fin de que las notas suenen nítidamente y consigan percutir en los oídos.
Alberto Silva