DESEAR EL ZEN 94
La realidad es provisoria. La realización es provisional.
La práctica permite vivir confortablemente algo que no deja (ni un solo instante) de ser transitorio, como el trazo del rastrillo en un jardín.
Desde el Zen no se vive esa condición vital a salto de mata. Ni con un sentimiento afligido de lo que (¡ay otra vez!) estaría todo el tiempo a punto de cambiar.
El modo impermanente de lo que existe pone al Zen en un modo celebratorio, y no sin razones. Celebra que las cosas cambien y giren, en ocasiones casi a vista de ojo. Porque valora la capacidad de renovación y renacimiento encerrada en lo que, si fuéramos incautos, viviríamos como vértigo angustioso, como continua pérdida.
Es una desgracia ser incautos en cosas que atañen a nuestro destino. El Zen nos vuelve lúcidos, precavidos, talentosos, en aquello en lo que de verdad se juega nuestra suerte.