DESEAR EL ZEN 85
Lo borroso es a la vez valedero: en el orden de la vida, lo e-vidente solo se presume o se atisba. I gazed awhile, exclama el poeta John Keats celebrando su provisoria penetración de las cosas. Para el Zen, ver (divisar) siempre resulta celebratorio.
Si aceptamos vivir oteando lo real, actuamos como el buscador de oro que arranca gemas a la montaña. Un escalador se atreve a todo con tal de encontrar el tesoro que ambiciona. El tesoro del Zen vendría a ser la fugacidad de una mirada posada sobre el vasto universo, desde la momentánea cumbre de su práctica.
Ahora bien, todo escalador toma en cuenta que, si no camina con cuidado, puede acabar despeñado en el abismo.
Tan grande ambición y tamaño riesgo se revelan como ingredientes insoslayables del Zen que practicamos. Y eso no lo explica ninguna teoría. Solo el zazen lo escribe en el cuerpo.
Ahora bien, todo escalador toma en cuenta que, si no camina con cuidado, puede acabar despeñado en el abismo.
Tan grande ambición y tamaño riesgo se revelan como ingredientes insoslayables del Zen que practicamos. Y eso no lo explica ninguna teoría. Solo el zazen lo escribe en el cuerpo.
Alberto Silva