DESEAR EL ZEN 98


El Zen no es Mister Proper o algún otro producto de limpieza que deja todo claro. Lo que ocurre con la meditación resulta distinto: zazen mediante, el Zen funciona como germen pacificador, vertebrador de distintas (y necesarias) vertientes de lo personal. Estas, a primera vista, pueden parecer disparatadas, disparadas en direcciones divergentes.

El Zen explicita dichas vertientes, les permite expandirse en la persona, contribuye a que cohabiten de forma pacífica y creativa en el seno del individuo, sin dejar que la mente te hable a gritos, como dice Gustavo, un amigo del Zen (y es muy cierto: la mente "se pone como loca" cuando la realidad le lleva la contraria, lo que ocurre a menudo). Mente, cuerpo, emociones y lenguaje han de aprender a llevarse (eso dicen los brasileños para designar una buena relación). El bienestar de una persona prospera en la multilateralidad. La persona funciona bien cuando todos sus elementos funcionan coordinadamente. Como en el baile catalán de la sardana.

Por eso, lo que al Zen no le gusta (por ejemplo de autores canónicos como Hobbes o Schmitt) es cierta ruidosa omnipotencia (¡tan propia de su mentalidad moderna!) para tejer de modo unilateral teorías a priori sobre el estado de lo humano (social en esos casos). Podría mencionar a otros autores, pero no quiero prolongar.

Lo que ahora importa es entender que es propio del Zen urdir lo que las ciencias sociales consideran una teoría a posteriori: el Zen se sirve del lenguaje sistemático a modo de crónica final o relato de algo que ocurrió, y en concreto de lo que ocurrió en/con una persona en particular.

Se entiende, así, que al Zen no le guste generalizar. Al contrario, singulariza al extremo. Ahora bien, ¿Es posible captar del todo esto que planteo fuera de la práctica de la meditación?

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