LA POESÍA COMO AZAROSA SOBREVIVENCIA


Entre diversos modos posibles de expresar qué es poesía, en sintonía con el Zen podría decir que constituye un modo de representar o de restituir (por medio de un modo radical, tan suyo, de producir lenguaje articulado) lo que Dôgen llamaba esa cosa. Con un término voluntariamente impreciso, el patriarca de Kioto designaba la conciencia de alguien que (a tropezones y a tientas) expresa ruegos y lágrimas, caricias y besos, presencias o ausencias, así como el esplendor y el decaimiento repetitivos en cualquier vida y en sus diversos momentos.

Esas y otras experiencias básicas la escritura poética las expresa en lo que tienen de apariencia de vida. Quiero decir que la poesía versa sobre apariencias, sobre evocaciones, sobre el reflejo o reflexión de luna (tsuki) en el estanque más o menos turbulento o transparente que es nuestra conciencia en el momento de escribir. Pese a todo, tamaña pobreza da testimonio (crudo y convincente) del rumor (real y silencioso) de una energía que fluye sin parar y que nos atrevemos a llamar lo vivo, un impulso orientado a destilar presencia humana, conciencia nítida. El hecho es que se entrelazan ambos rasgos (completa insubstancialidad y verosimilitud intensa). Y en su relación (que es de roce, de cercanía, de contagio, de combustión) ambos ayudan a comprender porqué la impregnación que la poesía consigue en nuestros corazones se vuelve más intensa cuanto más anuncia y enuncia lo hondo.

Es propio de la naturaleza de la energía vital hecha poesía derrocharse buscando simplemente responder a lo que es...

Cualquier disquisición conviene que quede oculta entre los pliegues de los versos, igual que la virtud nutritiva que reside, por ejemplo, en una pieza de fruta. Una pera es alimento, aunque aparezca a los ojos antes que nada como un prodigio de diseño o una delicia para el paladar. Al comerla uno siente un cimbronazo de placer. Pero lo que asimila es el poder alimenticio de la fruta. De igual modo, la poesía consigue un encantamiento que vela u oculta la virtus o fuerza que la arrastra.

La poesía no es sino literatura reducida a lo esencial de su principio activo. Se ha purgado de ídolos de todo género y de cualquier ilusión realista; del equívoco siempre al acecho entre el lenguaje de la verdad y el lenguaje de la creación, etc. Dicho doble papel del lenguaje (creador y a la vez ficticio) se vuelve posible por la fragilidad o arbitrariedad del sujeto.

El tema de un poema resulta tan incierto e importante como es para el hombre su nombre. Por eso el tema de los poemas cambia y no cambia. Se modifica al ritmo de los apelativos que nos dan o de los que otorgamos a personas y cosas. Pero también se las ingenia para decir casi siempre lo mismo: en todo caso, algo relativo a la potencia de una vida hecha lenguaje.

En la poesía, los poetas en activo ven algo así como un lujo arbitrario, un quehacer especial en el que a veces consiguen ser y otras muchas se desbarrancan. Porque meterse como semilla en el jardín de la poesía o bien lleva a florecer o, si uno se deja arrastrar por el viento o si el pico de un pájaro lo traga, no le queda más que marchitarse y perecer.

Quienes no escriben poesía tienden a ver en ella una propiedad o una actividad esenciales. La ven ligada a la situación del ser íntimo y a su conocimiento, duración, perturbaciones y aportaciones ocultas, la memoria, el sueño...

Al fin de cuentas, la poesía es como el Zen: pura y simple puesta en palabras de una vida en el punto, momento, ocasión o trance de ser vivida. De allí la mirada que proyecta en la foto, desde arriba, a lo lejos, ese cuerpo que solo adivinamos de espaldas. De allí la luz que irradia esa escena de la costa atlántica. De allí los continuos errores e incapacidades repetidas de quien quiere capturar un surtidor de agua en mera red de las palabras. De allí la tenacidad del escriba para, pese a todo, seguir y seguir.

Proseguir diciendo una y otra vez la vida constituye el gesto mismo de la poesía. Queda así demostrado que la poesía es un estilo de supervivencia.

(Glosa entrelazando libremente -recreando- aforismos del poeta Paul Valéry y textos del patriarca Eihei Dôgen)

Alberto Silva

ENTRADAS RECIENTES

DETRÁS DE MUCHOS MUROS ESTOY YO