"ZEN" SON LOS QUE "HACEN ZAZEN"

Ayer paseaba por el FB de una amiga del zenBA y me encontré con esta foto, sacada en el fondo de la casa de calle Arévalo, en Buenos Aires. Al parecer era de noche y estaba fresco. También creo que Inés Sáez (se diría que ella sacó la fotografía) estaba en la segunda fila, pescando la instantánea que ahora le robo (seguro que no le cae mal). Reconozco a quienes están delante: pelo enrulado, cola de caballo, melena suelta. Recuerdo a otros de esa ocasión, así como pequeños detalles que completan el cuadro. Guardo la sensación física del suelo de ladrillo, la humedad del anochecer, el gato en la cornisa, la brisa en un palam-palam desmesurado, el runrún del tren a José León Suárez cuando pasa por Carranza.

¿Por qué sacarlo a colación? Nadie duda que el zazen plantea una práctica explícitamente personal e intransferible: funciona como un DNI. Es lo primero que conviene recordar si pretendemos que el Zen haga mella en personas singulares, como cada uno de nosotros somos.

Pero también es innegable que la búsqueda de equilibrio y bienestar (¿eso buscamos en el zazen, verdad?) se enhebra, se trasfunde, se entrevera, se intercala, con la de quienes nos acompañan en la práctica. Recuerdos como esos (tatuados en el corazón) permiten comprender que "Zen" somos aquellos que practicamos juntos en un momento dado, o que hoy en día practicamos juntos. "Zen" es algo que somos mientras lo hacemos y/o mientras vivimos permitiendo que esta curiosa dimensión del existir se nos cuele por las costuras del alma.

Por lo visto Zen ocurre en compañía.

Alberto Silva


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