LA SIGNATURA ZEN


En el mundo antiguo sólo a veces firmaban. Pero siempre imprimían el sello a la izquierda, como en la estampa de Hiroshige. Firma y sello señalaban la prestancia de una obra, estirpe o persona. Al pie de muchos mails vuelve a aparecer hoy día la firma o signatura que escoge quien escribe para despedirse (con lo que no deja de proponer un modo de ser visto, un ángulo desde el que leerlo, plena voluntad de una escritura).

En la poesía de ayer y de hoy sigue vigente que el estilo es el hombre, como supieron decir los renacentistas. En el universo oriental de Bashô, la huella del haijin venía dada por el modo o estilo de concretar un instante, con artes de pincel, papel y tinta recién fabricada. Realizar ese ahora dejaba como eco levísimo (casi imperceptible rastro) la estela de un terceto, breve pincelada en un firmamento de versos que hoy día seguimos llamando haiku.

¿De dónde sacaban Bashô y muchos de sus compañeros ese impulso potente? De la práctica de una vida sencilla signada por el Zen.

Al releer este haiku de Matsuo Bashô lo notamos marcado como pocos por su condición de peregrino:

Agotado,
buscando lugar para dormir,
mientras florecen las glicinas
                                          [Bashô]

                                    草臥て宿かる比や藤の花                           芭蕉

                                    Kutabirete  yado karu koro ya  fuji no hana


Alberto Silva

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