ROCE, RENCOR, ASPEREZA SENSIBLE Y MORAL


Si Zen es aquello que de nosotros vive, lo que todavía no alcanzó plena humanidad suele presentársenos como roce, rencor, aspereza sensible y moral. Un error que cometemos a menudo consiste en suponer que las sombras representan algo negativo (al quebrar la continuidad de la luz); que marcan una situación bipolar a superar (en pro de una apolínea unidad); y que acaso sobran o no debieran formar parte de lo que (desde nuestra ineficiente torre de control) imaginamos que merecería ser llamado "Zen". 



En la vida (y por eso en el Zen) las cosas son distintas: la mezcla de factores y situaciones (contradictoria cuando la mirada es miope) sigue siendo Zen a su manera: constituye una marca veraz (a la vez hiriente y apacible) de lo vivo en el rostro. Con lo que volvemos al punto de partida: en cualquier circunstancia, lo Zen de nosotros pone de manifiesto aquello que respira y aletea. Al hacerlo, como un efecto ineludible entrelaza goce y dolorNo somos vectores uni-direccionales de proa hacia la luz; buena parte de lo que sentimos se presenta igualmente como humanidad lóbrega, oscura, llena de rabia, incapaz de ocultar heridas que lleva escritas en la piel. 



El asunto es que siempre somos y seguimos siendo Zen. Sepamos o no, queramos o no, por el hecho de vivir manifestamos la belleza de una mirada que presencia en silencio su devenir, sin que esos mismos ojos dejen de atestiguar cansancio, desamparo, en ocasiones espanto. Lo único que hace el Zen es volvernos conscientes de las cosas como son (tathagata), dotadas de la textura indócil y variada que constatamos, tejidas con hilos de bienestar y de quebranto.



Nadie en este mundo (o en los que se inventa la gente asustada de todos los tiempos), nadie, podría trazar fronteras entre lo mortecino y lo renaciente, como si se tratara de territorios separados. Todo va junto, todo eso junto ES el Zen, tal como lo miran los ojos asombrados. Ese compósito (al principio, peleador y torrencial; luego, de a poco, amigable y en proceso de curación) constituye nuestra concreta, inmediata e inapelable realidad. 



Zen es nirvana Y samsaraSufrimiento no implica ausencia de alegría. Disfrute no equivale a ausencia de dolor. Todo se vive como un conjunto, en las condiciones que nos tocan. Solo que el Zen conduce al alivio en el dolor, al disfrute en medio del sufrimiento. Alivio y disfrute: así define Dôgen al Zen.



Alberto SIlva

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