ZEN Y EL OFICIO DE VIVIR 8



Zen es un método de actuación de uno mismo en uno mismo.

Sirve para afinar, refinar, afinizar la existencia de quienes lo frecuentan. 

En su inicio lo que denominamos vida nos llega, por así decir, regalada. Sin embargo, a veces no escuchamos el runrún de esa vida, distraídos por los cantos de sirena de la fantasía. 

Vivir en el engaño consiste en creerle a esas voces que afirman que lo vivo en nosotros es nuestro, y que estamos en condiciones de poseerlo. 

Los llamados golpes de la vida no son más que circunstancias que nos descabalgan de tamaña insensatez.

El velo de ilusión más tupido es el que nos lleva a creernos amos y señores de la propia existencia. Con el tiempo comprendemos que sólo somos portadores. Es en esa etapa de inevitable y necesario desengaño que el Zen puede llegar a nosotros, y nosotros a él.

El Zen no necesita, no exige, no presupone, no fomenta, ninguna existencia fuera de la que ya vivimos (la cual, de a poco lo advertimos, ni de lejos es esa que pensábamos). 

El Zen me enseña a entender que el devenir material (que, por comodidad, resumo en la neblinosa palabra yo) resulta distinto de lo que suponía. Incluye miserias y bajezas espantosas, que me resisto a reconocer. Anuncia horizontes de grandeza que ni me atrevo a ambicionar. 

Todo ello (junto y bien mezclado) equivale al abusivo pronombre yo, en otras palabras eso que (según veo) me toca vivir

Nada existe fuera de eso. Nada.

Alberto Silva

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