ZEN Y EL OFICIO DE VIVIR 11




El Zen apuesta por una forma precisa de ser y estar en el mundo. Apunta a considerar la propia circunstancia como un acto supremo de estilo. Ambiciona para cada persona "una vida de artista", como Nietzsche quería. Dedica un cuidado extremo a la minucia de los trabajos y los días. "Cura", en el antiguo sentido latino. Y en el caldo de cultivo del revoltijo que provoca en nosotros, de pronto aparece algo que para nada habíamos previsto.

No lo divisamos claramente, sólo percibimos a distancia algo que vibra y se mueve. A veces nos gusta atisbar, seguros desde nuestro mirador clandestino. Como el niño de la foto de Masao Yamamoto, espiamos desde el rincón: un flequillo, un ojito, un latido, un vagido, un murmullo, un soplo, una estimulación. "Algo/alguien que te sostiene y que cuida de ti": esto es el Zen para Dôgen.

Uno se ocupa y preocupa por cambiar los datos externos e internos de la existencia cuidando cada detalle. Eso cura, decía. Dicha mejoría autoriza, vez tras vez, el exabrupto impensado y misterioso que denominamos vida.

Así funciona el (duro y azaroso) oficio de vivir. Dicho en palabras de Lucrecio, tal demuestra ser la naturaleza de las cosas: "de rerum natura".

Alberto Silva

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