ZEN Y EL OFICIO DE VIVIR 12



Por tratarse de una herramienta de humanización de la persona, en el Zen uno no puede darse el lujo de renunciar a ser exactamente el que ya es. 

El asunto, entonces, es evitar cualquier auto-engaño, como quien espanta moscas en verano. El asunto es igualmente desoír cantos de sirenas (exteriores o interiores) que aseguran que somos alguien que solo imaginamos: alguien distinto al que percibimos cuando nos miramos sin recato ni relato ("relato" precavido y mentiroso que orientamos hacia la vanagloria o la auto-conmiseración, según sople el veleidoso humor de turno).  

Decir Zen implica remitirse a la lúcida parresía de los cínicos griegos y los estoicos romanos. Zen, así, alude a la urgencia de entablar una relación veraz con uno mismo, sincera y desprejuiciada hasta la comezón, si hace falta hasta el dolor. Significa poder decir con propiedad, delante del espejo: no acepto una imagen fotoshopeada de mi mismo.

Alberto Silva

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