ZEN Y EL OFICIO DE VIVIR 9


Cambiar de vida constituye una decisión práctica, en ocasiones inmediata. Es lo primero que uno atina a hacer, por ejemplo cuando el mundo personal se derrumba y las papas queman. No está mal reaccionar con vigor ante los avatares de la vida (los cuales son inciertos, cuando no amargos). 



Pero este cambio en la vida a menudo ocurre solo desde afuera: cambio de país, profesión o pareja; de lengua, horario, dieta o indumentaria. Si cambiamos así nuestra vida, de antemano no se aprecia si estamos emprendiendo un programa de radical veracidad o si nos limitamos a expresar la novelería número n de una existencia surmenée. La respuesta la tendremos solamente después de que la vida ocurra en nosotros. Por desgracia, muchas veces el espacio nos ocupa y el tiempo nos usa: y entonces vivimos una vida ajenizada, alienada, que toma posesión de nosotros y nos transforma en zombis. 

Para evitar tan grave tropiezo vital, mejor considerar desde el inicio un axioma inteligente: cambiar de vida resulta creíble siempre y cuando uno cambie la vida. Lo decían los latinos por boca de Horacio: Coelum non animum mutant qui trans mare currunt.

Alberto Silva

ENTRADAS RECIENTES

DETRÁS DE MUCHOS MUROS ESTOY YO