UNA SESIÓN DE ZAZEN
"Zazen" designa la meditación (zen) sentada (za: como zafu, zafutón; de allí el difundido futón). Estos días, en varias latitudes y longitudes comienzo ciclos de "Zen laico". Me preguntan cómo funcionan las cosas en una "sesión de zazen". Dejo para otro día mencionar su característica "laica" y me centro en lo que Dôgen (iniciador de la meditación Zen en el siglo XIII) designaba, sin más precisiones, como "la práctica".
Igual que los grandes platos nacionales ("milagros" domésticos como la escudella, puchero o cocido, por ejemplo), el zazen combina ingredientes variados: silencio, plática, diálogo, inmovilidad, movimiento. "El punto" de toda buena cocción (o sea: lo que distingue al buen guiso de una comida tonta y aburrida) consiste en acertar los ingredientes, su cantidad y aliño, así como el momento oportuno para poner y sacar cada elemento de la marmita.
Señalo dos, a fin de dar una imagen comprensible de la situación.
- INMOVILIDAD. Es la imagen canónica del zazen. Sin embargo: puede haber (y hay) zazen en movimiento (kin'hin). O difícilmente haya plena inmovilidad sin una previa e intensa "movilización". Antes de "sentarse", un practicante se ejercita "estirando".
- SILENCIO. Esta es otra presuposición clásica respecto al zazen. Es correcta, pero no agota la "práctica del silencio" que lo caracteriza. Así, una sesión incluye "teisho" (presentación), "go" (palabras o consignas durante la meditación) y "sodan" (diálogo final, opcional). En el Zen, "silencio" no es ausencia de ruido, sino cambio de posición respecto al ruido, el sonido y la voz.
¿Cómo combinar los ingredientes? Depende de la dinámica de cada grupo, de las condiciones ambientales, climáticas, socio-culturales, etc. En cuanto a la práctica individual, la flexibilidad resulta crucial si quiero descubrir cuál es mi propia receta para preparar lo que puede llegar a ser de esos manjares apetitosos que uno desea repetir.
(la foto ilustra el "zendo" o sala de meditación de mi monasterio en Hosshinji, Fukui, Japón).
Alberto Silva
