ZEN ES EDUCAR LA ATENCIÓN



¿Qué llama la atención de esta niña? Que está "atenta". Diría más: está "dedicada" a la atención. Está absorta. ¡Qué ejemplar la existencia al ponernos delante antes que nada aquello que queremos-debemos-merecemos ser. Porque cuando estamos atentos no es simplemente que "estemos" en un espacio-tiempo dados, es que lo abarcamos por completo, al punto de que lo "somos". En momentos así, existimos con plena "conciencia". Y "disfrutamos".
Grandes palabras todas esas. el zazen (Zen practicado como meditación) se esfuerza por aterrizarlas y convertirlas en simple y sencilla realidad cotidiana. Se podría afirmar que Zen es "eso", que es "para eso".
Entonces, ¿qué nos ocurrió entre haber experimentado de ese modo la infancia y la situación frecuente de adultos más o menos dispersos en lo que hacemos, sufriendo por ello? Porque, reconozcamos, vivimos un poco alienados. O, si la palabra suena demasiado fuerte, al menos estamos interferidos, "intervenidos" por centenares de insinuaciones que proceden del exterior y de nuestro interior, entrando y saliendo sin ton ni son, como Pedro por su casa.
El Zen nunca diría (como tal vez lo haría un rousseauista ortodoxo) que en estado natural éramos buenos y que la vida social nos ha hecho "eso" (en ocasiones lamentable) que ahora somos. Pero, con matices, algo así se produce. Con el afán de transmitir conocimientos y modos de hacer, la educación explícita (la de padres, escuelas y todo tipo de instituciones-situaciones reglamentísticas) a menudo nos "distrae" del libre acercamiento al mundo y de la libre apropiación de ese mundo. De a poco dejamos de estar atentos a los modos naturales de entrelazamiento entre la persona y su mundo.
El Zen practicado funciona en este sentido como una "restitución". Lo propio del Zen es darnos-devolvernos la naturalidad (el kanji "sho" es central en la propuesta de Dôgen). Para lo cual nos va enseñando (en la práctica) la riqueza y variedad de los canales de atención de que disponemos (y que no dejan de ser, al mismo tiempo, canales de disfrute y relación).
El Zen se preguntaría varias cosas delante de esta foto. ¿A qué atiende Vera tan intensamente?: ¿a la imagen? ¿a los juegos de colores? ¿o más bien al tono de una voz que le cuenta cosas que la pobre no entiende? ¿o al contacto afectuoso entre los cuerpos? Y ¿cómo consigue "atender" a sus apenas diecinueve meses? Atiende con todo su ser al mismo tiempo: sentidos, mente, emociones, así como leves movimientos involuntarios del cuerpo que delatan lo que va sintiendo (pataditas, susurros o graznidos de rana, palma que roza como una caricia el antebrazo del adulto).
El Zen es una herramienta de rescate de la vida (comenzando por la de cada uno): nos vuelve a poner en contacto con los canales naturales de atención, que en un adulto son potentes y se desarrollan casi indefinidamente (podemos ganar más y más sensibilidad). Por eso no es de extrañar que el Zen, practicado como corresponde, esté tan ligado al bienestar que facilita en la persona.

Alberto Silva

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