EMILIO FATUZZO EN JAPÓN


Año prometedor para un plástico argentino de primera calidad. Cuando todavía se escuchan en Buenos Aires ecos de su exposición en el Centro Cultural Borges, está a punto de comenzar otra muestra importante en Tokio. 

Ya hablaré de sus cuadros y del hecho mismo de su exposición en el barrio de Nishi-Azabu. Pero hoy quiero anticipar la llegada de Emilio al aeropuerto de Narita. Puede que vayan a buscarlo y lo lleven a su alojamiento, tal vez en sitio cercano a la expo. O puede que tome el tren eléctrico de alta velocidad hasta la estación de Ueno y allí cambie al subterráneo urbano, hasta destino. Lo que sea pasará el sábado por la tarde y recién el domingo recibirá de lleno el impacto del otoño.

Porque es del otoño que quiero hablar. Del otoño que estarán mirando los ojos de Emilio (cansados del viaje, pero con la cualidad aquilina que acostumbra). El otoño de Japón es una estación emocionante, digna de algunos de los más bellos haikus, como este de Shiki, en el siglo XX tokiota:
Se abre el otoño
Cada día un trabajo:
¡¡pintar las flores! 

草花を画く日課や秋に入る 子規
Kusabana wo egaku nikka ya aki ni iru

Si la previsión del tiempo es la que anuncian on line (aciertan bastante), llegará en día templado, casi primaveral. Y suponiendo que pase en Tokio un par de semanas, podrá disfrutar de lleno de lo mejor que brinda el otoño japonés: una atmósfera diurna casi embriagadora, álamos brillando de amarillo y arces ardiendo por las calles y parques. 

Apuesto que Emilio se distrae y el primer día no advierte que de noche refresca bastante. Lo suficiente para enfriar el cuerpo y salir al día siguiente a callejear. Sí, el otoño en Japón se presta bien al callejeo, actividad de apariencia liviana pero cargada de peso para quien capta la trascendencia de lo que parece intrascendente. Seguro que duerme a deshora y se levanta al alba, acuciado por doce horas de diferencia horaria con Buenos Aires. 

Si ocurre algo así y la duermevela lo empuja a salir temprano a curiosear, se cruzará con gente de camino al trabajo, mientras de a poco se levanta una bruma típica de la estación, propicia para captar al trasluz la evanescente realidad de las formas.

Alberto Silva


ENTRADAS RECIENTES

DETRÁS DE MUCHOS MUROS ESTOY YO