BOWIE, COHEN, CRITCHLEY (POR ELEGIR UN ORDEN ALFABÉTICO)


En la revista Otra Parte on line de esta semana aparece una nota de Marcelo Cohen. Como todas las suyas, esta es una explosión de propuestas, un kanji de 20 signos delante del cual uno no puede más que detenerse a mirar (¡si!: primero percibir, luego pensar).
Esta semana escribe sobre un ensayo de Simon Critchley titulado "Bowie", por David, claro. Ilumina muchas cosas. Ahora sólo quiero detenerme en una frase de Cohen y otra de Critchley, encadenadas: Si Bowie -reflexiona Marcelo- se "decreaba" continuamente era para dar con alguna “base”, un fundamento para el baile de apariencias. La prueba está en una nota de prensa que acompañaba "Reality", un disco de 2003: “La base es más una influencia omnipresente de contingencias que una estructura definida de absolutos”.
Durante las sesiones de Zen siempre insisto en que zazen (el Zen practicado) no es otra cosa, según Dôgen, que un "giro de la base". Y que esa base es el légamo vital, torrencial, misterioso, que constituye el principio (ya que no el fundamento) de cualquier experiencia o creación humanas. Dôgen da por entendido que la base no es una estructura subyacente ni la encarnación de algún absoluto, sino la materialidad irremediable (y potencialmente afortunada) en cuyo dinamismo el "vacío" que nos constituye toma alguna "forma", ofreciendo una "representación" solvente y verosímil sobre nuestra vida.
En esa "concepción" de lo humano, el zazen obra como lubricante de ese continuo deslizamiento de heteróclitos componentes que nos constituyen (desde fuera: aparentemente "inconciliables"). El zazen puede contribuir mucho a que la mezcolanza de identidades se torne una danza hermosa y bien afiatada entre heterónimos. El giro del zazen opera igual que la danza cósmica de Vishnu.
Después de este aperitivo, vamos al plato fuerte:
https://www.revistaotraparte.com/ensayo-teoria/bowie/

Alberto Silva

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