DESEAR EL ZEN 11

La lucha del Zen es sosegada, nada inquietante (al menos, con el paso del tiempo, lastrada por menos desgaste y descontrol personal). Recuerda el forcejeo bíblico entre Jacob y el ángel. Referencias escriturarias aparte, hecho innegable (para quienes se atreven a auscultarse con sinceridad) es que dentro de uno ocurren verdaderos combates. Y así el hombre acostumbra mostrarse (ante los demás, ante él mismo) como un ser de dos caras: actualiza el mito de Jano. Las caras incluso se multiplican cuando la persona alberga (en su sentir, en su lenguaje) un puñado de lo que Fernando Pessoa acertó en llamar heterónimos . Si un individuo se abandona a la facilidad (¡ocurre tan a menudo!), busca que su cara viva y atractiva, diurna y apolínea ahogue a la otra (con seguridad la maquilla, la fotoshopea ). Aunque esta otra cara nunca deja de existir y de expresarse como parte de lo mismo que lo configura: sórdida, nocturna, furtiva, en ...